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Leyendas de San José Cabécar

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En el pueblo de Orosi, a unos mil metros de la iglesia, en la calle real que conduce al barrio de Bejuco, a las fincas de Purisil, Tapantí, etc., nace, junto a la calle, una fuente termal de aguas sulfurosas. Cuando los recoletos vinieron a Orose con los indios talamancas, traían den hombros la imagen de San José, en procesióm o romería, cantando salmos y tocando la campanilla de palta que aún se conserva en la iglesia. Los indios infieles habían quemado la iglesia de San José en Cabécar y los padres se vieron precisados a huir, llevándose la imagen, acompañados de unos pocos indios fieles. Por entre las montañas, llegaron hasta el hervidero, o fuente termal, que atravesaron y, a poco caminar, ¡cosa extraña! la campaña no quiso sonar más y discurrieron que en ese propio lugar debía edificarse la iglesia, como se hizo en seguida. Poco tiempo después de hecha la iglesia, fue destruida por una gran avenida del río que entonces pasaba más cerca. Edificóse nuevamente y, al poco tiempo, el río la circundó con sus aguas y la volvió a destruir. Se hicieron grandes penitencias, oraciones continuas, comprendiéndose al fin que mientras la iglesia se levantara en la forma usual, se caería, porque San José quería tener la vista siempre extendida sobre su amado Cabécar… Desde entonces el río se retiró a prudente distancia y la iglesia ha resistido aun la sacudida de los grandes terremotos.

En Cabécar, las cosas andaban mal. Hacía ya muchos días que los indios no salían de su chichada, manteniéndose ebrios día y noche. Vino el ataque general y los oficiales, cayendo a una mañana sobre la iglesia de San José, mataron al padre que celebraba la misa, y profonaron las imágenes y los vasos sagrados…. Cuando terminó la chichada, arrpentidos, llenos de turbación ante los remordimientos de la conciencia, se fueron acercando unos y otros a la iglesia… en donde no encontraron más que ruinas. Reunidos, empezaron a gemir, y orando, ayunando y haciendo grandes penitencias permanecieron algunos días. Después… guiados por un impulso misterioso, todos en grupo, se internaron en la montaña y después de tres días de marcha llegaron a un lugar desconocido, a un valle encantador, en donde vieron a sus pies una fuente de la que brotaba agua hirviendo. Atravesaron la acequia de aguas termales y poco después vieron que al pie de un cerro, en una sabana, se levantaba una iglesia de paja… Entraron con ánimo de rogar a Dios en su aflicción, y al penetrar en el recinto sagrado, cayeron de rodillas, asombrados al contemplar ante sus ojos la imagen de Cabécar. Esperaron la noche y se llevaron la imagen, pero poco después de pasar las aguas calientes, en una cuesta en mitad de la montaña, la imagen se hizo pesada a tal punto que no pudieron moverla de la montañ. Trabajaron gran parte de la noche, hasta que rendidos de cansancio se durmieron, y cuando al amanecer despertaron, la imagen ya no estaba allí y ellos nunca más pudieron encontrar el camino que los había llevado hasta la sabana en donde se levantaba una iglesia de paja…

Referencia

Zeledón Cartín, E. (2018). Leyendas costarricenses. Universidad Nacional.

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