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Leyenda de la aparición de la Virgen de los Angeles

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Por los años de 1635, la Puebla de los Pardos era un bario segregado de la ciudad de Cartago, compuesto exclusivamente de mestizos. Era costumbre en casi toda la América Española segregar a éstos de los blancos, obligándolos a vivir separados. La fuerza de la ley llegaba en ocasiones hasta prohibir el matrimonio entre ellos.

La puebla de los Pardos tenía ya entonces, o poco después, señalando el límite con la ciudad, una Cruz de Caravaca. De este modo despreciativo, decía en 1751 un ilustre obispo, el señor don Pedro A.Morel de la Santa Cruz, son tratados de los hombres. (Los Mulatos).

En la época de que nos ocupamos, existía allí un breñal a donde solían ir los pobres de Cartago a recoger leña.

En las inmediaciones del breñal vivía una pobre y sencilla mujer que en éste hacía sus provisiones de leña.

En la mañana del dos de agosto, probalemente del año 1635, pues no dicen las crónicas el año del suceso que, en todo caso, tuvo que ser antes de 1638, nuestra heroína se encaminó como de costumbre a recoger leña al breñal, y esta vez encontró sobre una piedra una imagencita representando a la Santísima Virgen con el Niño en brazso, grande como de una cuarta, tallada en piedra, la recogió y, al llegar a su casa, la guardó dentro de un cofre o caja.

Al mediodía volvió la mujer al breñal y, llena de admiración, encontró la imagen sobre la piedra. Tomóla creyendo que era otra imagen y la llevó a su casa. Abrió el cofre para guardarla junto con la otra, y llena de estupefacción notó que aquella ya no estaba. Mas; su estupefacción creció de pronto, rayando casi en espanto, cuando, por tercera vez, al volver al breñal encontró la imagen sobre la misma piedra. Sin embargo, la tomó consigo llevándola a su casa, a donde pudo constatar que había escapado del cofre, que encontró vacío.

La buena mujer se alarmó y corrió a casa del señor cura a quien entrgó la imagen informándole de los extraños sucesos.

El señor cura, que según de una cajita con el fin de examinarla después detenidamente.

Al día siguiente la imagen ya no estaba en la cajita, y cuando la mujer de nuestra historia se dirigió a la floresta a recoger leña, con asombro encontró la imagen sobre la misma piedra en que tantas veces la había hallado. Corrió donde el cura, y este sacerdote, acompañado de otras personas, fue al breñal desde donde condujo la imagen en solemne procesión a la iglesia parroquial y la depositó en el lugar, corrieron a la ya histórica piedra, hallándola sobre ella: era la quinta vez que en esta forma se manifestaba la Santísima Virgen. Comprendiendo que la Reina de los Cielos quería tener a su casa allí mismo, se dieron inmediatamente a la tarea de levantarle una ermita, mientras podían construirle un templo digno de la celestial señora.

Referencia

Zeledón Cartín, E. (2018). Leyendas costarricenses. Universidad Nacional.

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