Disfrutá de estas historias cortas y sus especiales e inesperadas anécdotas…
Mi nombre es Jorge Álvarez Lizano, de pequeño viví en todos los barrios del Sur de San José, pero yo siempre quise ir a vivir a la parte Norte de San José y me tocó: viví 45 años en Tibás hasta que llegué aquí al Hogar Carlos María Ulloa.
Les voy a contar una historia que yo llamo “La culebra”. Resulta que a principios de la década de los años 40 siendo yo un niño -estando en primer grado- me hicieron un examen de los pulmones y resulté débil de los pulmones. No sé cuál sería esa debilidad, pero por esa razón me llevaron a San Isidro de Coronado, ahí existía lo que se llamaba El Campamento Infantil1, era una institución muy curiosa -a mí me da la impresión de que era como un estudio lo que hacía- porque los que estábamos ahí teníamos que trabajar en agricultura y nunca nos daban lecciones académicas ni nada, más bien era como de estilo militar, porque existían sargentos y capitán y para saludar a este último había que hacer el saludo y todo, era una cuestión militar.
Todos los días teníamos que hacer ejercicios exactamente, pero nos encantaba trabajar en la agricultura porque había mucho espacio. Ese lugar posteriormente pasó a ser el Instituto Clodomiro Picado.
Como a los 100 metros más o menos de ahí, estaba lo que se llamaba El Preventorio de Coronado, era un lugar donde llevaban a los niños hijos de los enfermos de tuberculosis -a los enfermos los llevaban al Sanatorio Durán- y a los hijos como no tenían donde llevarlos los llevaban al Preventorio. Pero las dos estaban bajo la tutela de la Lucha Antituberculosa.
Resulta que en un momento, un doctor -el famoso Araya Rojas- que era un filántropo, nos regaló a las dos instituciones -tanto al Preventorio como Al Campamento- un radio. Era un radio de baterías y de corriente
-¡para nosotros era algo tan maravilloso que un radio pudiera sonar sin estar conectado!- pero como era solo “un” radio entonces unos días lo tenían en el Preventorio y otros días lo teníamos nosotros y entonces había que ir a dejarlo.
La distancia que había entre El Campamento y El Preventorio era de unos 100 metros, por un camino bordeado por cercas de ciprés y el camino enzacatado y entonces como nosotros trabajábamos en la agricultura, a ambos lados del camino habían campos de agricultura y las serpientes cruzaban de un lado a otro y nosotros en el trabajo las veíamos cuando pasaban ¡pero yo les tenía mucho miedo!
Resulta que un día me tocó a mí ir a dejar el radio y era como las 5:30 de la tarde -”cuando el día ya no es día y la noche aún no llega”2- y yo pensé: ¡Dios mío!… que no me tenga que topar con una culebra porque me muero…
yo no sé qué me va a pasar, yo tenía como 8 años.
Entonces cogí el radio y comencé a caminar y cuando iba como a medio camino comencé a oír un ruidito en el zacate y yo dije: ¡Ay… eso es una culebra que me viene siguiendo!… ¡Que torta!… ¿Por qué no cruzará ligero para el otro lado? y seguí caminando y caminando y me seguía… digo ¡diay! pero ¿Por qué no se va?… ¡qué raro!… ¿Por qué me viene siguiendo si ya casi no veo? Estaba muy oscuro… ¿Qué hago Dios mío… qué hago? Pensé.
“¡Ya sé!: voy a correr, porque yo sé que si yo corro no creo que la culebra me alcance… sí… eso es lo que voy a hacer, voy a correr”. Y eché a correr y ¡para qué lo hice!… se me enredó en las piernas, me enredó y caí y comencé a pegar gritos desesperados porque la culebra me estaba matando.
La cuestión es que pasó un tiempo -no sé cuánto tiempo pero yo creí que me había muerto en ese momento porque perdí el conocimiento. Cuando yo desperté, no sé cuánto tiempo había transcurrido y estaba acostado yo en una cama rodeado de personas que todas se quedaban viéndome y entonces yo les pregunté:
–¿Qué pasó?
Y me dicen
–¿Qué pasó con qué?
–¡Con la culebra que me atacó!
–¿Cuál culebra? si nosotros fuimos y no tenías ninguna culebra, lo que tenías era el cordón enredado del radio.
Y entonces me quedó para siempre, nunca se me olvida ese miedo que yo les tenía a las culebras. Pero después de ese día ya no les tenía miedo… ¡porque no me hizo nada!

Historia compartida por: Jorge Álvarez Lizano, Casa de Misericordia Pbro. Carlos María Ulloa.
Recopilación por: Milena Cerdas Núñez, docente TCU-486.