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Utensilios tradicionales que sustituían a los electrodomésticos actuales

Hoy en día se cuenta con un sinfín de herramientas que permiten agilizar la preparación de los alimentos en la cocina y la ejecución de las tareas del hogar. La existencia de estos objetos nos ha permitido disminuir el tiempo que invertimos cocinando y limpiando. Se han convertido en algo tan indispensables en nuestra vida que es difícil pensar, ¿cómo se las ingeniaban las personas de antes que no contaban con ellos? Para responder a esta pregunta, en la actualidad, se puede acceder a internet y buscar información, pero considero que es más enriquecedor
consultarle a alguien que haya experimentado lo que era

desempeñar las labores del hogar sin instrumentos que facilitaran estas actividades cotidianas. Es
por eso que recurrí a mi abuela,
Flor Zamora Sánchez, para que
me narrara sobre su vida en ese entonces.


Mi abuela nació el 8 de enero de
1946. Vivió la mayor parte de su
vida en San Isidro de Heredia. Si alguien puede hablar con propiedad sobre cómo dirigir un hogar en los tiempos de antaño es ella. Siempre ha sido una persona muy dedicada a la casa, principalmente porque fue madre de tres hijas y dos hijos, de los cuales uno es mi papá

Cuando le dije que me contara sobre cómo era vivir sin
electrodomésticos, lo primero que ella me comentó fue que en su tiempo se utilizaban solo cocinas de hierro y fogones que funcionaban con leña. A diferencia de las estufas que existen en el mercado actual, las antiguas tardaban en calentar. Sin embargo, me expresó que
valía la pena la espera, pues los plátanos maduros quedaban riquísimos en las brazas, así como las tortillas, el salchichón y la carne. De hecho, mi abuela dijo que la carne tenía un proceso de cocción bastante particular. Para comenzar la preparación, la tendían sobre unos alambres que se encontraban encima de

la cocina para que con el calor se fuera secando, “como si se estuviera secando la ropa”, me dijo. Una vez descongelada la carne, se adobaba y se ponía a cocinar en sartenes de hierro, que recuerda que eran de buenísima calidad, incluso, dice que eran mejores que los nuevos que hay ahora. Es un hecho que esto es mucho más sencillo en el presente gracias a la existencia del microondas, que en cuestión de minutos puede calentar los alimentos. Después de que ella me narrara cómo eran las cocinas de antes, le pregunté qué utilizaban en ese momento para conservar los alimentos, ya que no habían

refrigeradoras. A esto, mi abuela me respondió que lo que hacían
era conseguir los ingredientes el
mismo día que se iban a preparar.
Sin embargo, había otras comidas
que podían mantenerse en buen
estado por un par días, como el
pan y los bizcochos que en su casa preparaban con un horno hecho de barro. Ella recuerda esto con mucho cariño, porque junto con sus hermanas y hermanos solían tomar la repostería del horno sin que su madre se diera cuenta, pues ella se molestaba si comían algo antes de que les sirviera. Pero el delicioso aroma que se dispersaba por toda la casa era más fuerte que su paciencia y siempre terminaban
probando la comida antes de que

la mamá la repartiera entre las
nueve hijas e hijos. En su hogar les gustaba mucho beber chocolate caliente. Por las tardes, sacaban el molinillo para elaborarlo, dice mi abuela que este utensilio era como una herramienta mágica porque
lograba dispersar de manera formidable los componentes que posee el chocolate. Como su familia era grande, había diferentes gustos entre los miembros, entonces quienes no preferían beber algo tan dulce, optaban por beber café. Este lo preparaban con un chorreador, que era un aparato de madera con un saco de tela de algodón colgando de la parte superior

que filtraba el agua a través del café molido. Sus bebidas calientes solían acompañarlas con tortillas de maíz que preparaban en un comal que en ese entonces, según mi abuela, era una especie de plancha redonda de barro o de metal. Ella prefería las de metal porque se calentaban más rápido.
Con respecto a las labores del hogar, me explicó que para lavar
la ropa se empleaba una batea
de madera que era sostenida por
cuatro palos. Además, me dijo que normalmente lavaba la ropa blanca los lunes, porque tenía más tiempo para dedicarse a restregar y restregar para que

no le quedaran manchas, ya que tampoco contaba con cloro. Luego, ponía la ropa en algún sitio donde la alcanzara el sereno y sol. Mi abuela, después comparó su experiencia con la de su madre, la cual consideró que era mucho más compleja, pues debía llevar la ropa en una tina que cargaba en la cabeza hasta el río más cercano. Según mi abuelita, lo que más le llama la atención, al día hoy, es que a su mamá nunca se le cayó la canasta de la cabeza. Probablemente, mi abuela haya utilizado otros artefactos que se le hayan escapado de la memoria. No obstante, considero que los que mencionó fueron

muy importantes durante su niñez. A pesar del paso del tiempo sigue recordándolos con bastante lucidez. Ahora el mundo es muy diferente, pero todavía podemos contar con personas, como lo son los adultos y adultas mayores para recordarnos que la vida no tiene que ser tan acelerada, ni que hay que contar con muchos bienes materiales para ser feliz, pues ellas y ellos pudieron crear experiencias hermosas, que ahora son sólo recuerdos, poseyendo muy pocas cosas.

Imagen tomada de: https://www.freepng.es/png-h2ea11/

Créditos:

Paula Rodríguez Amador
Estudiante TCU-486

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