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La lagarta

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En aquel entonces, estando yo muy nuevito, tenía yo 12, 13 años tal vez, al norte de San Carlos, allá cerca de la frontera, en los veranos se secaban todo lo que era riachuelos y posos. Las mujeres se iban a un rio grandísimo que hay, creo que era el San Juan, armaban un grupo y se iban todas con la ropa a lavar, quedaba como a 2 horas, 2 horas y media de camino.

Resulta que una vez de esas tantas, íbamos 3 carajillos con ellas, llegamos al río, y entonces nos pusimos a pescar y no pescamos nada, entonces nos pusimos a bañarnos; en la cola hay una posa y empezamos a jugar, lo que le llaman “El coco”, que uno lo toca al otro y lo quita y en ese plan. Resulta que teníamos casi media hora tal vez de estar en así, cuando yo llevaba el coco y entonces nos trepábamos a un sotacaballo y de ahí nos tirábamos de cabeza a la posa, y salí yo y me agarró un frio terrible, que me quede inmóvil ahí temblando, llego el otro compañerillo y me toca y me dice: “di haragán, que te paso”, nombre hasta que temblaba yo de frio y también él se sienta, y llega el ultimo y toca al otro y se sienta también, los 3 nos quedamos. En eso oímos un tremolín en el agua, un colazo que pegó una lagarta, que si nosotros caemos al agua, cualquiera de los 3, nos hubiera devorado. Yo le cuento a la gente, que ese frio que a mí me entro, eso lo hizo Dios para que no me tirara, que nadie más se tirara.

Luego vinieron unos familiares ahí y resulta que uno que se llamaba Víctor dijo que él se iba aquedar en el sotacaballo. Entonces como llegó bastante gente, muchachos grandes, empezaron a tirarse ahí, y el otro estaba como a 100 varas esperando a que la lagarta pasara a flor de agua, venía serenita buscando otra vez. La lagarta anduvo ahí en la orilla de la
correntada y se tiraron unos a agarrarla, y le cogieron el rabo y empezaron a jalarla, y la jalaron y llegó un señor Melico Salazar y dijo: “Preste para ayudarlos yo”. Mire tardó más en tocar la lagarta al otro, al
señor ese y mire los revoleó a todos. Después dijeron: “Ahorita vuelve, ahorita vuelve”, y volvió, entonces cortaron un palo grande, le abrieron las tapas y la amarraron, y así fue como la sacaron, un animal enorme.

Luego la pelaron, le sacaron el cuero y ahí la dejaron, porque era tan grande que ni el caballo que llevaron, pudo jalarla más de cincuenta varas.

Informante:
Santiago. (2013).

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