Mi mamá se llamaba Laura Serrano, era conocida como Cholita, y siempre me contaba lindas historias sobre el pueblo, y a mí me encantaba escucharla. Una de las historias que recuerdo con mayor cariño es la relacionada con el inicio de la devoción a San Caralampio en San Mateo.
Me contaba que hace más de cien años, San Mateo era un pueblo de paso de carretas hacia el puerto de Puntarenas. Era común el paso de los ganaderos que traían arriado el ganado desde el norte, con rumbo a la capital. Debido a ello, muchas historias fueron surgiendo, y mi mamá nos contaba cómo las personas debían esconderse en sus casas cuando venía el ganado, y pasaban los bravos animales por las calles. Más de una persona se llevó tremendo susto cuando, por el frente o en el patio de la casa, aparecía perdido un toro bravo, y era necesario esperar hasta que llegara el arriero a llevarse el animal.
Podríamos decir que, nuestro pueblo, era una ruta de paso muy importante del puerto a la ciudad de San José y viceversa.
Mi mamá decía que en la plaza de San Mateo se acostumbraba hacer el sesteo. En este lugar, se reunían decenas de carretas que se dirigían de
otras provincias hacia el puerto o viceversa, tomando a San Mateo como lugar de paso. La mayoría de ellas, venían o iban por la ruta de Atenas. Se acostumbraba hacer un descanso en San Mateo, pasar la noche en la plaza y continuar con el recorrido el siguiente día, a tempranas horas.
En el centro de la plaza existía un enorme árbol de cenízaro. Al parecer un día de tantos, entre los muchos boyeros que llegaban a este lugar, llegó un señor desconocido que tenía a su hijo muy enfermo. En su carreta llevaba la imagen pequeña de San Caralampio, santo al que le tenía una gran fe y le rezaba con gran devoción para que le devolviera la salud a su pequeño.
El boyero debía continuar su camino, pero dejó olvidada la imagen de San Caralampio bajo el árbol de cenízaro. No sabemos si la intención fue dejar la pequeña imagen para promover su devoción en el pueblo de San Mateo, o que accidentalmente la olvidó, sin regresar a buscarla.
Una persona que caminaba por la plaza encontró la imagen bajo la sombra del enorme árbol, y se dirigió a la parroquia para entregársela al cura párroco. Se decidió esperar al dueño que posiblemente regresaría a buscar la pequeña imagen, sin embargo pasó el tiempo y la persona dueña de la imagen no regresó a San Mateo. De esta forma, el pueblo adoptó a la pequeña imagen, la cual vino a ocupar un lugar especial en el templo, al lado del patrono, el apóstol San Mateo.
La esta en honor a San Caralampio se celebra el 10 de febrero. Anteriormente se celebraban unas estas muy lucidas, con una programación de actividades tradicionales diversa y la asistencia de una muchedumbre.
En la década de los sesenta resaltaban los coloridos juegos de pólvora que incluían a un torito lleno de cachiflines que correteaba a los muchachos por el parque. Las muchachas lucían sus mejores trajes y
se paseaban por el parque, donde encontraban a su galán. Algunas barras de muchachos, mientras tanto, esperaban la visita de los foráneos, ya que, la costumbre era enfrentarse y demostrar valentía a través de los golpes, muchos con el afán de lucirse ante las jóvenes.
Con motivo de las fiestas de San Caralampio, era común contar con la visita de personas de muchos lugares aledaños al pueblo que querían participar de la fiesta. Era usual la participación de la Banda de Alajuela, la cual tenía a su cargo las retretas en el parque.
Los bailes se hacían en un salón que había en el pueblo, donde se contaba con la participación de las mejores orquestas del momento, entre ellas la de Lubín Barahona y la de Gilberto Hernández.
También se acostumbraba amenizar las fiestas con marimba, traída de Guanacaste.
Durante las estas, los hombres ingerían alcohol y los pleitos estaban a la orden del día. Desde la esquina norte del parque hasta la casa de Teresa
Chang, los hombres se enfrentaban a golpes. Después, unos regresaban todos golpeados a su casa, mientras que otros eran encarcelados por el desorden y los delitos cometidos. Tan grandes eran los pleitos, que en el salón de baile se podían lanzar las sillas y las personas debían de estar listas para cubrirse del lanzamiento de objetos, en caso de que los pleitos se complicaran.
Para esas fiestas, en el salón Los Almendros, el finado David Venegas, dueño del lugar, acostumbraba traer marimba y amenizar el baile, incluyendo un grupo de mujeres de mal vivir de Puntarenas. Recuerdo que el señor siempre colocaba la marimba en un banco, previendo que si se armaba un bochinche, se pudiera utilizar para proteger la marimba.
También eran comunes las subastas; de hecho, en los jardines de la parroquia se mantiene el encierro fijo para este tipo de actividades.
En el año 1972, se construyó un oratorio detrás de la Iglesia de San Mateo, como una donación póstuma de don Víctor Rodríguez Blanco, cuyo deseo fue fortalecer la devoción a San Caralampio entre los
lugareños.
Las personas mantienen la devoción a este santo, como protector contra las pestes y enfermedades, para lo cual acostumbran realizar la siguiente
oración:
Oración a San Caralampio
Dios y Señor Omnipotente, en cuyas manos están la vida y la salud de todos los hombres; por los méritos de tu siervo el Bienaventurado San Caralampio, presbítero y mártir, a quien concediste, en premio de su heroica fe y constancia en defender tu Santo Nombre, que donde estuviesen sus reliquias, o en donde se celebrase su memoria, no habría hambre, ni peste, ni aire contagioso; te suplicamos humildemente,
que venerando la memoria de su martirio y admirables virtudes, acá en la
tierra merezcamos vernos libres de toda infección de alma y de cuerpo y después de gozarte en el cielo en su compañía; por los méritos de Nuestro Señor Jesucristo, Hijo tuyo, que Vive y Reina contigo, juntamente con el Espíritu Santo, Dios por todos los siglos de los siglos, AMÉN.
Tomado de la Novena del Glorioso Presbítero y Mártir San Caralampio – Parroquia San Caralampio, Diriamba, Carazo, Nicaragua. Pbro. Aureliano Edward O’Dowd Cura Párroco – 2000.
Informantes:
Rita Calderón Serrano (2011).