Víctor Garita
Una historia en los cafetales de Tres Ríos, Cartago:
Yo recolectaba café, allá en la finca, se llamaba Finca Los Tinocos. Ahí trabajaba mi papá, recogiendo café, estaba ubicada en Tres Ríos. Yo como a los 5 años me llevaban a recolectar café, iba junto con mi familia, mis
hermanos los mayores, yo soy de los mayores, pero habían otros más mayores que mi.
Yo y todos mis hermanos le dábamos la plata a mi papá, para mantener la familia. Con el tiempo de juntar café seco lo vendíamos y con ese café que vendíamos mi papá nos compraba ropa y nos compraba útiles para la escuela. En tiempo de verano nos compraba ropa para navidad
Nosotros salíamos de la casa como a las 5 de la mañana porque era en la parte larga entonces había que irse a pie porque la finca quedaba ¡larguísimo! Era por donde pasa la autopista ahora, por Florencio Castillo, todo eso era finca de Tinoco, entonces nosotros nos íbamos a pie. Llegamos a la finca como a las 5:30 y a las 3 de la tarde llegaban a medir, ¡se hacían unos filones! Mucha gente.
Yo era muy lerdo, hacía 4 o 5 canastos, ahora pagan muy bien, antes pagaban 150 colones por canasta. Daban boletos, un boleto, el más grande, valía 100 colones. 2 boletos eran media cajuela y después 1 de un cuartillo le daban un boleto rojillo. Después íbamos a la oficina de la misma finca a cambiarlos y ahí nos daban el dinero.
Nosotros llevábamos el almuerzo, teníamos que comer. En la pura mañana tomábamos café y el almuerzo después de las 10 o las 11 cuando nos agarraba hambre. Diay llevábamos arroz, frijoles, huevo o queso, salchichón frito….mi mamá nos alistaba el almuerzo. Lo guardamos en unas tazas de aluminio, yo me había comprado una. Iban todas las tazas revueltas porque todos los almuerzos eran iguales y los frescos.
Los guardábamos en una bolsa de manta que nos hacían. A las 10:30, 11 estaba un poquititillo tibio…. pero con el hambre uno se lo come. Aguantar hambre no porque ahí llegaba un muchacho que era de Cartago, le decían Lázaro y llegaba con un carretón a vender frescos, embutidos y galletas o tosteles. Nosotros comprábamos y cuando no teníamos plata le decíamos que nos apuntara y cuando llegaba otra vez ya nosotros le pagábamos.
Los guardábamos en una bolsa de manta que nos hacían. A las 10:30, 11 estaba un poquititillo tibio…. pero con el hambre uno se lo come. Aguantar hambre no porque ahí llegaba un muchacho que era de Cartago, le decían Lázaro y llegaba con un carretón a vender frescos, embutidos y galletas o tosteles. Nosotros comprábamos y cuando no teníamos plata le decíamos que nos apuntara y cuando llegaba otra vez ya nosotros le pagábamos.
Una vez me picó una avispa, en el brazo y en la cara, me hincharon la cara…. le llaman avispas de fuego….amarillillas…. ¡vieras que bravas! Siente uno como una brasa. Había que tener mucho cuidado porque en las matas estaban tupidas, salían culebras…. sabaneras. Me salieron culebras, pero nosotros llamamos al encargado de agarrarlas, para matarlas.
Después había gusanos, de esos verdes ¡uyyyy! me ortigaban. Habían unos gusanos que llamaban de ratón, eran como cafecillos, ¡uyyyy! Esos los mandaban a uno a la casa, vómito, dolor de estómago, calentura, casi 8 días. A nosotros nunca nos picaron esos gusanos.
Otra vez, cuando tenía como 15 años, junto con un muchachilllo, nos fuimos a la finca donde trabajaba mi papá…. estaba hasta allá buscando para la montaña. Nosotros llegamos a dejar el almuerzo a mi papá y entonces nosotros cuando llegamos, cuando veníamos para abajo, le digo yo al muchacho: Hagamos una cosa…agarremos el café…los que están en los sacos de los peones que estaban en las orillas de callejón…..y lo agarramos y ¡los regamos en el suelo!…..y salimos espantados para abajo ¡ese gran susto! Nos topamos al señor que iba a medir en la carreta, y ese fue el que se dio cuenta, que nosotros que habíamos regado el café. Yo llegué a la casa asustado.
Al tiempo, ya era casi un hombre hecho y derecho, tenía ya casi 20 años y anda cogiendo café con un primo mío en esta finca, donde los Tinoco, y había 2 muchachillas cogiendo café y a mí me gustaba una de ellas y entonces ya comencé a hablarle.
Yo no supe ni qué fue lo que le dije, la cuestión es que ella le gustó lo que le dije…. y nos hicimos novios. Yo casi no cogía nada de café por andar hablando con ella. A veces nos íbamos a escondidas y nos agarrábamos a besos. ¡Un día hasta tenía la boca quemada quemada! De estar besándola.
Después un día, un sábado, nos fuimos a u campo y nos llevamos unos sacos y los tendimos y nos acostamos los 2, ahí en cafetal, yo la abrazaba, la besaba y todo. Después un día cayeron a la par de nosotros, las 2 muchachillas, y yo estaba jugando con un primillo mío y entonces yo le dije: ¡que bonito aah, jugando! ¡Santo remedio!….hasta ahí llegué.
A mi me gustaba recolectar café, después ya grande, andaba con una hermana mía, unos sobrinos y un cuñado recolectando café pero en otra finca, que llaman la Finca Los Castro, donde está el centro comercial, en carretera para San Diego. Ya cuando estábamos grandes y fuimos a otra finca a recoger ya no pagan con boletos sino que era con plata. Tiraban la plata en el canasto y nosotros recogíamos la plata, la echábamos a la bolsa y después llenábamos otra vez el canasto para llevarlo a medir otra vez.